“Los
subordinados deben obediencia eterna a sus superiores, como las mujeres deben
obediencia a los hombres. Unos nacen para ser mandones y otros nacen para
mandados” (Galeano, 1998)
Es
indispensable relacionar estas temáticas dentro de una sola dinámica, la cual
se encargaría de justificar la exclusión y la discriminación.
Vivimos dentro
de un proceso “civilizatorio” que se mueve cada vez más rápido, alineado a la
lógica del capital, del mercado, del consumo, etc. Como ideología sustentable
para la vida moderna comunitaria se ha promulgado la idea de una fraternidad
universal (universalismo), en son de la protección de derechos humanos, civiles
etc.
Sin embargo,
es importante analizar qué tan aplicables son estas teorías en la realidad
social; por ser ideología sustentable de la modernidad, esta se ve obligada a
adaptarse al marco económico dominante, sabiendo que el mercado se ubica en la
cúspide de las relaciones de poder
actuales.
El capitalismo
es un sistema estructural que necesita jerarquías para su funcionamiento, y por
ende sería peligroso, incluso mortal para su desarrollo promover relaciones
igualitarias; entonces bajo esta dinámica: ¿qué sucede con la fraternidad
“universal”?, pues la fraternidad existe, pero entre quienes mantienen el
poder, entre quieres son dueños de los medios de producción, entre aquellos
hombres (masculinidad hegemónica) de “éxito” que cumplen con los prototipos y
los estereotipos que marca la normatividad.
En adelante haremos
una breve reseña de cómo el sistema se favorece de la exclusión:
Racismo:
Dentro de una
estructura que se favorece en cuanto se acumule y se centralice la riqueza, es
estrictamente necesario establecer un sistema meritocrático, es decir una
desigual distribución de las recompensas.
Fotografía: Rodrigo Álvarez |
Lo
anteriormente descrito describe perfectamente para entender la realidad actual,
sin embargo el problema radica en los antecedentes históricos y en la pérdida
de memoria histórica, puesto que para que la modernidad europea dominante
alcance su auge, fue imprescindible los procesos de conquista y colonización de
América, en el cual se esclavizó, exterminó y deslegitimizó a quienes no
pertenecían a la clase hegemónica.
Es lamentable
no superar aun la colonialidad, el legado ideológico de procesos
sangrientos que determinaron la
subyugación, la etnificación discriminatoria y la injusticia social actual.
Machismo:
Esta
problemática radica esencialmente en la cultura y las culturas; y el desarrollo histórico de las mismas. “No
hay tradición cultural que no justifique el monopolio masculino de las armas y
de la palabra, ni hay tradición popular que no perpetúe el desprestigio de la
mujer o que no denuncie como peligro”.
Teniendo en
cuenta que las grandes civilizaciones nacen de grandes religiones, es
indispensable entender a esta última como un aparato ideológico importantísimo
para la construcción de pensamiento y control social. Nuestro caso específico
sería la relación con el cristianismo (el cual se nos fue impuesto a la fuerza)
y es fundamental hacer un breve análisis de sus doctrinas.
El simple
hecho que se promulgue la idea de un dios, compuesto por una trinidad
absolutamente masculina ya marca en primera instancia una relación de poder
jerárquica y excluyente en cuanto a lo femenino, en adelante sería la biblia el
escenario en el cual se promulguen diversos
discursos discriminatorios, por citar algunos ejemplos: En el libro de
Génesis se promulga la idea que la mujer representa un peligro para el orden
del varón; dentro de los 10 mandamientos, específicamente el que dice “no
desearás la mujer de tu prójimo”, representa una relación de apropiación y
cosificación entre la mujer y el hombre, en la cual el segundo es quien
controla y gobierna; entre otros.
Tras haber
citado ciertos parámetros para entender el origen del machismo y sexismo, es
muy importante entender el punto clave de la problemática que permite la
injusticia actual, este precisamente es la naturalización y la justificación de
la subyugación de lo femenino y la posición hegemónica de lo masculino
dominante.
Fotografía: Rodrigo Álvarez |
Una de los
problemas más evidentes dentro de esta dinámica es la existencia de sueldos
asalariados; lamentablemente tras la condición de subyugación cultural es muy
característico de nuestras sociedades encontrar el papel de las mujeres dentro
del hogar, sin embargo y a pesar de ser un labor a tiempo completo, es
completamente deslegitimizado; en Pekín 1995 se realizó una conferencia
internacional sobre los derechos de las mujeres, y se determinó, en aquel
entonces que ganaban una tercera parte de lo que ganaban los hombre. Entre
otros aspectos de violencia cultural y física que determina la injusticia.
Como
conclusión se puede decir que tanto el racismo como el machismo tienen
antecedentes históricos que permiten la perpetuación de la injusticia, ubicando
el problema dentro de las dinámicas excluyentes del capitalismo se agrava, por
ser objeto de explotación.
Sin embargo
las luchas históricas y actuales han demostrado que el cambio es posible,
debemos ser persistentes, debemos fundamentar nuestros actos en la inclusión,
la educación y el respeto.
Galeano, E. (1998). Curso básico de racismo y
machismo. En E. Galeano, Patas arriba- Escuela del mundo al revés .
Buenos Aires: Catálogos.
Wallerstein, I. (1991). Universalismo,
racismo y sexismo, tensiones ideológicas del capitalismo. Madrid.
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