lunes, 16 de febrero de 2015

MACHISMO Y RACISMO

“Los subordinados deben obediencia eterna a sus superiores, como las mujeres deben obediencia a los hombres. Unos nacen para ser mandones y otros nacen para mandados” (Galeano, 1998)
Es indispensable relacionar estas temáticas dentro de una sola dinámica, la cual se encargaría de justificar la exclusión y la discriminación.
Vivimos dentro de un proceso “civilizatorio” que se mueve cada vez más rápido, alineado a la lógica del capital, del mercado, del consumo, etc. Como ideología sustentable para la vida moderna comunitaria se ha promulgado la idea de una fraternidad universal (universalismo), en son de la protección de derechos humanos, civiles etc.
Sin embargo, es importante analizar qué tan aplicables son estas teorías en la realidad social; por ser ideología sustentable de la modernidad, esta se ve obligada a adaptarse al marco económico dominante, sabiendo que el mercado se ubica en la cúspide de  las relaciones de poder actuales.
El capitalismo es un sistema estructural que necesita jerarquías para su funcionamiento, y por ende sería peligroso, incluso mortal para su desarrollo promover relaciones igualitarias; entonces bajo esta dinámica: ¿qué sucede con la fraternidad “universal”?, pues la fraternidad existe, pero entre quienes mantienen el poder, entre quieres son dueños de los medios de producción, entre aquellos hombres (masculinidad hegemónica) de “éxito” que cumplen con los prototipos y los estereotipos que marca la normatividad.
En adelante haremos una breve reseña de cómo el sistema se favorece de la exclusión:

Racismo:
Dentro de una estructura que se favorece en cuanto se acumule y se centralice la riqueza, es estrictamente necesario establecer un sistema meritocrático, es decir una desigual distribución de las recompensas.
Fotografía: Rodrigo Álvarez
El sistema sabe que no puede eliminar a los grupos discriminados, pero si puede excluirlos, sobretodo del imaginario del progreso, que se materializa en las relaciones sociales. Tras hacerlos a un lado y ubicarlos por debajo de los grupos dominantes es necesario sacarles provecho, lo que se conoce como la etnificacion del trabajo, es decir clasificar discriminatoriamente  funciones y  remuneraciones. (Wallerstein, 1991)
Lo anteriormente descrito describe perfectamente para entender la realidad actual, sin embargo el problema radica en los antecedentes históricos y en la pérdida de memoria histórica, puesto que para que la modernidad europea dominante alcance su auge, fue imprescindible los procesos de conquista y colonización de América, en el cual se esclavizó, exterminó y deslegitimizó a quienes no pertenecían a la clase hegemónica.
Es lamentable no superar aun la colonialidad, el legado ideológico de procesos sangrientos   que determinaron la subyugación, la etnificación discriminatoria y la injusticia social actual.

Machismo:
Esta problemática radica esencialmente en la cultura y las culturas;  y el desarrollo histórico de las mismas. “No hay tradición cultural que no justifique el monopolio masculino de las armas y de la palabra, ni hay tradición popular que no perpetúe el desprestigio de la mujer o que no denuncie como peligro”.
Teniendo en cuenta que las grandes civilizaciones nacen de grandes religiones, es indispensable entender a esta última como un aparato ideológico importantísimo para la construcción de pensamiento y control social. Nuestro caso específico sería la relación con el cristianismo (el cual se nos fue impuesto a la fuerza) y es fundamental hacer un breve análisis de sus doctrinas.
El simple hecho que se promulgue la idea de un dios, compuesto por una trinidad absolutamente masculina ya marca en primera instancia una relación de poder jerárquica y excluyente en cuanto a lo femenino, en adelante sería la biblia el escenario en el cual se promulguen diversos  discursos discriminatorios, por citar algunos ejemplos: En el libro de Génesis se promulga la idea que la mujer representa un peligro para el orden del varón; dentro de los 10 mandamientos, específicamente el que dice “no desearás la mujer de tu prójimo”, representa una relación de apropiación y cosificación entre la mujer y el hombre, en la cual el segundo es quien controla y gobierna; entre otros.
Tras haber citado ciertos parámetros para entender el origen del machismo y sexismo, es muy importante entender el punto clave de la problemática que permite la injusticia actual, este precisamente es la naturalización y la justificación de la subyugación de lo femenino y la posición hegemónica de lo masculino dominante.
Fotografía: Rodrigo Álvarez
Es completamente crítico el hecho de naturalizar la injusticia, al ubicar la problemática en el escenario del capitalismo, puesto que al igual que con el racismo, es objeto de explotación.
Una de los problemas más evidentes dentro de esta dinámica es la existencia de sueldos asalariados; lamentablemente tras la condición de subyugación cultural es muy característico de nuestras sociedades encontrar el papel de las mujeres dentro del hogar, sin embargo y a pesar de ser un labor a tiempo completo, es completamente deslegitimizado; en Pekín 1995 se realizó una conferencia internacional sobre los derechos de las mujeres, y se determinó, en aquel entonces que ganaban una tercera parte de lo que ganaban los hombre. Entre otros aspectos de violencia cultural y física que determina la injusticia.
Como conclusión se puede decir que tanto el racismo como el machismo tienen antecedentes históricos que permiten la perpetuación de la injusticia, ubicando el problema dentro de las dinámicas excluyentes del capitalismo se agrava, por ser objeto de explotación.
Sin embargo las luchas históricas y actuales han demostrado que el cambio es posible, debemos ser persistentes, debemos fundamentar nuestros actos en la inclusión, la educación y el respeto.  


Galeano, E. (1998). Curso básico de racismo y machismo. En E. Galeano, Patas arriba- Escuela del mundo al revés . Buenos Aires: Catálogos.
Wallerstein, I. (1991). Universalismo, racismo y sexismo, tensiones ideológicas del capitalismo. Madrid.




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